Esta semana se ha cerrado definitivamente el viejo Yankee Stadium de Nueva York, uno de los lugares con más tradición de la ciudad y, probablemente, uno de los que más está en la memoria sentimental, si me permiten la cursilada, de miles de neoyorquinos.
Era, además, una de las visitas turísticas típicas de la Gran Manzana: muchos de los que visitaban la ciudad pasaban por el viejo campo del Bronx para ver al menos un partido del equipo de béisbol más famoso del mundo, los New York Yankees. Así que el cambio de sede del equipo y la demolición del viejo campo es algo así como si en Madrid se demoliese el Bernabeu o la Plaza de las Ventas (casi más el primero que la segunda).
Por supuesto, yo también visité el viejo Yankee Stadium cuando estuve en Nueva York: en una "excursión" organizada por la academia en la que estudiaba fuimos a ver un partido de la temporada regular, contra no recuerdo qué equipo. El encuentro en sí me pareció una de las cosas más aburridas que he visto en mi vida, la verdad es que el béisbol no es lo mío, pero sí que me resultó muy interesante todo lo que había a su alrededor, es decir, observar lo que se entiende por un espectáculo deportivo en Estados Unidos y lo diferente que resulta a cómo lo entendemos en Europa o, al menos, en España.
La cosa empezaba ya antes de entrar al recinto y el ritual pasaba por tomarse una cerveza y comer algo de deliciosa comida basura en uno de los muchos y abarrotados chiringuitos (llamarlos restaurantes sería un exceso de generosidad) decorados con una abundante y variada parafernalia de béisbol y en los que los aficionados comentaban como iba la temporada y lo que esperaban para el choque que empezaba en un ratito.
Tras esto se cruzaba la calle y se entraba al estadio, para lo que había que sortear no pocos vendedores que ofrecían poco menos que de todo: comida, gorras, globos, banderas... entre ellos me encontré a un hombre de aspecto bastante peculiar que vendía pins de la bandera americana, según él, para los veteranos. Desde luego él tenía toda la pinta que tienen los veteranos en las películas, así que pensé que en el peor de los casos (si se quedaba él la pasta) no me mentía del todo y me gasté un dólar en un pin que todavía conservo.
Un vez dentro del campo lo primero que me llamó la atención fue el tema del himno: antes de empezar el partido se canta el himno nacional con todo (y cuando digo todo es TODO) el público puesto en pie y los jugadores poco menos que firmes en sus lugares en el campo. Y es que los estadounidenses tienen una relación muy diferente con sus símbolos nacionales: la bandera, el himno, el ejército...
Pero lo más sorprendente para mi fue comprobar como al estadio se iba (y supongo que al nuevo se irá), sobre todo, a comer: bolsas enormes de palomitas, bandejas descomunales de perritos, patatas fritas y cualquier cosa que puedan ustedes imaginarse que sea susceptible de ser consumida en ese entorno. Y no crean que la gente se compraba una cosa o varias de una tacada y punto: los viajes a los puestos bajo la grada o las llamadas a los vendedores eran continuos, una vez que empezaban no dejaban de comer hasta la última carrera.
Otra cosa que me resultó curiosa fue el juego entre los espectadores y el marcador: como el béisbol es un deporte con más tiempos muertos que momentos de juego la gente se tenía que entretener con algo, así que bailaba, cantaba y hacía el mono para aparecer en la enorme pantalla, en algo que era así como un concurso de popularidad.
El partido se hizo muy largo, tremendamente largo, pero por lo menos acabó bien: los Yankees ganaron por dos carreras a una y volví para casa un poco harto de béisbol y pensando que esa sería la última vez que visitaría ese estadio.
Efectivamente, así ha sido.
1 comentario:
Fue muy triste saber que este gran estadio fue cerrado, en mi último viaje a Nueva York, pudimos disfrutar de un partido de nuestro equipo favorito, tenía un gran ambiente!!!, tendre que volver a viajar a la Gran Manzana para conocer el nuevo estadio, www.royal-holiday.com
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