El consejo fotográfico que quiero darles hoy es un tanto paradójico, porque lo que quiero pedirles o recomendarles es, precisamente, que no hagan fotografías.
Me explico: si hay un denominador común de todos los destinos turísticos que he visitado es que hay algunos lugares o algunas cosas de las que no es posible hacer fotos. Y no se puede en primer y obvio lugar porque está prohibido, y eso debería bastarnos como turistas educados y respetuosos que somos, pero sobre todo porque las fotografías, y muy especialmente los flashes que son necesarios para obtenerlas, pueden perjudicar a aquello que estamos intentando retratar como obras de arte, algunos monumentos, cuadros, estatuas...
Pero a pesar de las prohibiciones y de los guardias de seguridad o vigilantes que en muchas ocasiones intentan evitarlo, seguro que todos han visto, como yo, las miriadas de flashes en los más variados e inapropiados lugares.
Recuerdo que en Egipto esto era especialmente sangrante: ante la pasivididad de los muchísimos vigilantes, tan abundantes como poco inclinados a cualquier cosa que requiriese un esfuerzo y que no reportase un beneficio económico inmediato, lo turistas martilleaban con sus flashes cualquier cosa que se pusiese en su camino, desde las pinturas de un templo de 3.000 años hasta cualquier pieza de museo; incluso fui testigo, aunque les parezca increíble de como un tipo le hacía un retrato a la máscara de Tutankamon con el flash a toda pastilla y a menos de medio metro de distancia. Mientras, un cansino vigilante repetía unos poco metros más allá "no photo, no photo", más como si fuera una salmodia budista que realmente preocupado de lo que decíao de hacerse obedecer.
Lo más llamativo del tema, desde mi modesto punto de vista, es que de todos estos lugares, objetos o piezas de arte podemos obtener postales o imágenes por precios ridículos en el lugar en el que están expuestas, o encontrarlas por internet, normalmente con una calidad muy superior a la que nosotros vamos a alcanzar con nuestro horroroso flash directo.
Así que les animo a ser respetuosos, en primer lugar con las propias obras de arte, en segundo con los propietarios legítimos de cada una de ellas cuyo patrimonio no tenemos derecho a destruir, y en tercero pero no menos importante, con las generaciones futuras que tienen derecho a disfrutar de ese monumento, esa estatua o ese cuadro en, al menos, el mismo estado de conservación que le ha permitido a usted disfrutar de esa belleza.
PD.: La foto la he tomado de esta página web, gracias a su autor.
11.9.08
Cuando hay que saber guardar nuestra cámara
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