2.7.09

Sorolla: deslumbrarse con el mar... en Madrid

He estado esta semana en la exposición que el Museo del Prado ha dedicado a Sorolla, en lo que es un reconocimiento que quizá podría resultar sorprendente para algunos pero que, vistos los más de 100 cuadros que forman la muestra, sólo puede calificarse como muy merecido.


Sorolla es uno de esos pintores que gustan a todo el mundo: muchos de sus temas, la luminosidad de sus cuadros, un uso muy vistoso del color… Su pintura es más agradable y sencilla que la de buena parte del arte del S XX y, aunque eso debió ayudar a que tuviese un enorme éxito en vida y a ser muy conocido después, es probable que le haya perjudicado en la apreciación dentro de un mundo del arte que suele preferir diferenciarse de la masa, por decirlo de alguna forma, y en el que el éxito de público no deja de mirarse con cierta desconfianza.

Por eso creo que es importante ahora acercarse a la fantástica exposición del Prado y detenerse a redescubrir a Sorolla como lo que es: un pintor con una técnica absolutamente excepcional, con una capacidad de empatía con sus temas y sus modelos (algunos de sus retratos son auténticas cartas de amor) y que, siempre dentro de una línea figurativa que es cierto que pronto iba a ceder protagonismo a favor de otros movimientos, también fue muy moderno en su arte, con temas, composiciones y técnicas quizá no revolucionarias pero sí muy avanzadas.

Ese descubrimiento e incluso cierta sorpresa han sido mis sensaciones al volver a mirar detenidamente sus cuadros, muchos de ellos conocidos, otros ya casi olvidados y algunos que me ha sorprendido ver ahora. Sensaciones que se refuerzan por la magnitud de la exposición: como les decía son más de cien lienzos que dan una espléndida panorámica de toda la larga y muy productiva carrera de Sorolla y de sus diferentes registros: como retratista, como pintor de desnudos, sus famosísimas escenas de playa o sus paisajes en pequeños y no tan pequeños formatos.

The Hispanic Society

Uno de los platos fuertes de la exposición es la colección de obras de gran formato (en conjunto son más de setenta metros de cuadros) que Sorolla pintó para la Hispanic Society of America de Nueva York, un pequeño y delicioso museo neoyorquino del que ya les hablaré de él otro día) con cuyo promotor, el magnate Archer Milton Huntington, el pintor trabó una gran amistad que le facilitó un éxito sin precedentes en Estados Unidos.

Se trata de una serie de cuadros sobre regiones y ciudades españolas, con escenas de costumbres espectaculares en todos los casos y de gran calidad en algunos concretos, por ejemplo el titulado Ayamonte, la pesca del atún.


Sin embargo, a mí me han gustado más otras obras, quizá menos espectaculares pero más cercanas, algo más íntimas y generadoras de otro tipo de emociones más personales. Cuadros como sus retratos de alguno de sus más egregios contemporáneos (Madrazo, Pérez Galdós, Echegaray...) en los que casi se puede palpar el respeto mutuo e incluso la admiración; o las escenas en las que capta a los miembros de su propia familia: obras llenas de amor en las que su mujer o sus hijas o incluso sus suegros (atención al maravilloso Los abuelos de mis hijos) son retratados con un cariño que cubre el lienzo tanto más que el óleo.

Uno de ellos me ha resultado especialmente sorprendente, primero como resumen de las cualidades que les comento, pero también por su perfección técnica y la brillante audacia de su composición. Se trataba de Madre:


También sorprendentes son los pocos desnudos que se incluyen en la exposición, dos de ellos sencillamente magníficos y que nos revelan una faceta del autor menos conocida pero en la que, como podemos ver, también fue una primera figura.

Y por supuesto, sus archiconocidas escenas de playa, no por más amables menos hermosas y en las que el dominio de la técnica pictórica es absolutamente abrumador: las aguas, los colores, los cuerpos desnudos, las telas de las velas o de los vestidos mecidos por el viento, los lienzos blancos traspasados por la luz del sol y que casi podemos tocar…

En definitiva, un festín para los que disfruten de la pintura y que justifica, si aun fuese necesario tener una excusa, no sólo que los madrileños nos pasemos por el Prado una vez más, sino incluso aprovechar la ocasión para venir a Madrid y darse un baño en el mar de arte que Sorolla nos brinda en pleno centro de esta ciudad que, este verano, sí tiene playa.

PD.: La exposición estará abierta hasta el próximo 6 de septiembre.

MÁS INFORMACIÓN

La exposición en las página del Museo del Prado.
Museo Sorolla.
Joaquín Sorolla en la wikipedia.

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