22.7.09

Viajando con el Tour

El verano es época de viajes, o al menos lo era antes de que llegase la crisis, ahora, con la situación económica difícil y nuestras cuentas corrientes en cuarto menguante una de las pocas formas gratuitas de viajar que nos queda es ver las etapas del Tour de Francia por la televisión.

Ya, ya sé que no es lo mismo que conocer nuestro país vecino “en persona”, pero también hay que reconocer que seguir la carrera desde el sofá es bastante más relajado que lo que les toca hacer a los pobres ciclistas.

Bromas aparte, el Tour es una curiosa forma de ver Francia, muchos kilómetros de Francia, de una forma peculiar que gracias a la realización televisiva nos permite conocer gran cantidad de paisajes del país galo que, como fogonazos, se nos van presentando desde las motocicletas que siguen a los esforzados corredores y, sobre todo, desde el ojo de pájaro del helicóptero.

Por supuesto, lo que más perdura en nuestra retina son los grandes puertos de etapas míticas de montaña: las veintiuna curvas de Alpe d’Huez, la cima pelada del Mont Ventoux, diferentes estaciones de esquí como Luz Ardiden o Hautacam (¡qué día de Indurain!)…

Pero las imágenes más bellas no siempre están en las etapas más bellas, o en las cimas: los verdes valles alpinos con la carretera discurriendo junto a un río que vemos crecer según pasan los kilómetros, los pueblos pequeños que se engalanan para el paso de la carrera, las grandes llanuras verdes con el pelotón lanzado hacia el esprint final.

Las etapas llanas tienen, de hecho, la ventaja de que, al suceder menos cosas en la carrera, los realizadores de la televisión francesa pueden recrearse más y mostrarnos más monumentos, sobre todo iglesias y castillos, que nos maravillan desde el aire. Hasta nos dan sus nombres para aquellos que quieran cultivarse, que tengan una espléndida memoria o sientan un súbito ataque de curiosidad.

Y, cómo no, la última etapa en París, con las vistas de los Campos Elíseos y el podio con el Arco del Triunfo de apropiadísimo fondo.

En resumen, que si no les gusta el ciclismo pero se ven obligados a soportar las retransmisiones porque tienen algún forofo en casa quizá, solo quizá, el trago les resulte un poco menos amargo si lo toman desde este punto de vista

El ciclismo, generador de turistas

Por otra parte, carreras como el Tour, la Vuelta o el Giro, o incluso algunas de las llamadas clásicas, son importantes generadores de turismo, y lo hacen de distintas formas, algunas más evidentes como los miles de aficionados que pueden darse cita en su recorridos, y otras a más largo plazo como los muchísimos cicloturistas que visitan los lugares míticos por los que atraviesan esas pruebas y que pueden así proclamar orgullosos que han subido los grandes puertos del ciclismo.

Y además también tiene cierta influencia en otros que visitamos esos lugares cómodamente instalados en nuestros vehículos de motor, pero que sentimos una veneración especial cuando subimos, por poner un ejemplo aunque no sea del Tour, a los Lagos de Covadonga, como hice sobrecogido por la emoción hace años.

Por supuesto, en cuanto tenga la oportunidad tomaré las curvas de Alpe d’Huez y, aunque me temo que no será en bicicleta, sí será por las bicicletas y lo que allí me han hecho disfrutar hombres como Delgado, Indurain, Sastre

PD.: La imagen es, por supuesto, la subida a Alpe dHuez, y la he tomado de esta página.

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