13.6.09

Museos de Nueva York: una razón para visitar la Gran Manzana (I, el Metropolitan)

Si necesitásemos una excusa fina y elegante para hacer un viaje a Nueva York, yo recomendaría exhibir como motivo los museos de la ciudad americana, los más famosos, por supuesto, como el Metropolitan, el MOMA o el Guggenheim, pero también otros más pequeños como la Frick Collection, el Whitney o The Cloisters.

Y es que a pesar de vivir en una ciudad con una oferta museística espectacular como Madrid, la Gran Manzana me dejó absolutamente fascinado, no sólo por la calidad de las colecciones, sencillamente excepcional, sino por los propios museos en sí, por sus edificios, el sentido del espectáculo con el que han sido montadas las exposiciones y, en definitiva, el placer que producen al viajero con inquietudes culturales e incluso al simple curioso.

Foto del usuario de Flickr wallyg

El más grande museo de la ciudad es el Metropolitan, al que los neoyorquinos llaman “el Met”. Está en una inmejorable ubicación: enclavado en Central Park y con sus puertas a la V Avenida que es un apasionante laberinto de pinturas, esculturas y obras de arte en un sentido muy amplio del término.

En sus interminables salas pueden encontrar obras maestras de la historia de la pintura (su colección de cuadros de Picasso es de primera y la de Van Gogh es excepcional) pero también cosas más sorprendentes como el patio de un castillo español (llevado piedra a piedra desde Andalucía hasta allí), una reja de la Catedral de Valladolid (creo que era Valladolid, pero no puedo encontrarla en base de datos así que no se lo aseguro), una habitación diseñada por Frank Lloyd Wright, un jardín chino, estancias de palacios franceses…

Egipto en Nueva York

Probablemente, la palma en cuanto a espectacularidad se la lleva la maravillosa sala en la que está el templo egipcio de Dendur. Sí, tienen un templo egipcio dentro del museo y, además, lo tienen en una inmensa sala con una gigantesca pared de cristal que da a Central Park, de forma que a pesar de estar dentro del edificio la luz es tan agradable como si estuviésemos en el exterior.

Foto de la página web del Metropolitan

Resulta que, como muchos de ustedes sabrán, en Madrid tenemos también un templo egipcio, el de Debod, que como el del Met es un regalo del estado egipcio por la colaboración que España y EEUU prestaron para salvar templos que iban a ser anegados por las aguas de la presa de Asuán. Así que ver la maravillosa forma en la que el templo del Met está instalado hace inevitable que comparemos y, todo hay que decirlo, que admiremos la maestría de los americanos a la hora de hacer de la cultura un maravilloso espectáculo.

¡Pague lo que quiera!

Una de las peculiaridades que más me llamó la atención al visitar el Met fue que el precio de la entrada es… ¡el que usted quiera pagar! Había un precio “recomendado” que era de 15 dólares, pero la entrada era considerada una donación, de forma que cada uno podía “donar” lo que estimase oportuno.

No sé si me pareció más sorprendente esa posibilidad de pasar gratis, la diferencia entre los españoles y los americanos que ese detalle revela (¿se imaginan a alguien pagando en una situación similar en España?) o el hecho de que, pagases lo que pagases, las personas de las taquillas seguían siendo extremadamente encantadoras.

Antes de que me pregunten, les diré que visité el Met tres veces (y una más The Cloisters, que es parte del museo aunque esté en la otra punta de Manhattan), así que en la primera pagué los 15 dólares recomendados, pero en las siguientes no pude resistir la tentación de ahorrar y me quedé en los cinco (tampoco andaba yo muy sobrado de dinero cuando estaba en Nueva York).

Una organización un tanto caótica

Otra diferencia significativa respecto a los grandes museos europeos es la forma en que está organizada la exposición. Las obras están, obviamente, agrupadas en grandes áreas temáticas, pero dentro de ellas no siempre responden a la ubicación lógica a la que estamos acostumbrados, dicho de otra forma: puede haber cuadros de Van Gogh en varias salas y junto con cuadros de otros pintores en lugar de estar agrupadas en una o dos.

Esta diferencia responde a la forma en la que se han ido generando las colecciones: mientras que en el Prado, por ejemplo, la inmensa mayoría de lo expuesto se agrupó en unas colecciones reales a las que luego se han ido añadiendo algunas piezas, la colección del Met es el fruto de numerosas donaciones particulares, y cuando alguien entrega uno de esos legados (algunos de ellos impresionantes) es habitual que se exponga en una sala dedicada al generoso contribuidor.

Desde el punto de vista del visitante es más lógica y cómoda la organización “lineal” de un Prado, pero a mí me gusta ver un gran museo que se ha formado gracias a la generosidad de personajes privados (que es, por otra parte, como se han formado todos los museos en Nueva York) que a través de ese tipo de legado devuelven a la sociedad parte de lo que ésta les ha proporcionado.

Lo más recomendable

La variedad de las obras en el Met y su cantidad es tal que sería muy atrevido por mi parte recomendarles un recorrido detallado, así que lo mejor es que se pasen por la excelente web del museo y la disfruten según sus gustos y preferencias.

Sí que les contaré alguna de las secciones del museo que a mí más me gustaron, por si a alguien le sirve de algo y por el placer de contarlo, claro. En pintura hay dos apartados que me parecieron sobresalientes: el impresionismo y el arte del S XX. El primero es muy completo y, como ya les he comentado, cuenta con varios cuadros definitivamente maravillosos de Van Gogh; el segundo es sencillamente espectacular y tiene, ya se lo he dicho también, una colección de obras de Picasso de lo mejor que he visto.

No dejen de pasar también por el fantástico jardín chino del museo, un remanso de paz (que frase tan tópica, pero qué cierta en este caso) que puede ser además un fantástico lugar para descansar, que los museos pueden llegar a ser un duro ejercicio.

Pasen también por la terraza del edificio, un auténtico museo de escultura al aire libre y con unas vistas incríbles de Central Park y parte de Manhattan.

Y, por supuesto, dediquen el tiempo que merece a la importante colección de arte egipcio, que además del templo del que ya les he hablado cuenta con otras maravillas como la tumba de Perneb, una auténtica mastaba con más de 4000 años de antigüedad que, como otras muchas cosas, ha sido montada allí piedra a piedra.

En definitiva, lo más recomendable es que dedique una buena porción de su visita a Nueva York a conocer el Met, no podrá visitarlo durante las dos o tres semanas que necesitaría para conocerlo bien, pero le aseguro que el tiempo que pase en él estará bien aprovechado.

MÁS INFORMACIÓN
Web del Metropolitan.
Página sobre el museo de la Wikipedia en español.

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