20.8.09

La irresistible atracción por el desierto

Pese a su naturaleza agreste y hostil, o quizá precisamente por ella, los desiertos me han resultado siempre un atractivo lugar al que viajar, aunque en realidad los he conocido muy poco y no he hecho, todavía, ningún viaje “al desierto”.

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Pienso en ellos porque he encontrando en Odee, un peculiar blog de listas del que creo que ya les he hablado, un post sobre los 10 desiertos más fascinantes del mundo que me hace desear una vez más viajar y fotografiar a alguno de ellos, especialmente a ese cercano y al mismo tiempo tan lejano Sahara.

Y eso que el Sahara ha sido de lo poco que he visto del desierto, obviamente en mi viaje a Egipto en el que la presencia del desolado mar de piedra y arena es una constante, aunque sea como fondo del decorado, aunque los templos y el propio Nilo le hurten el protagonismo.

Sin embargo el desierto siempre está ahí, unos metros más allá de las Pirámides, si levantamos la vista por encima del vergel de las orillas cuando navegamos por el río, incluso nos adentramos literalmente en él (un desierto lleno de turistas, que no es lo mismo, claro) al visitar lugares como el Valle de los Reyes o el impresionante templo de Hapshetshut.

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Incluso en algunas partes del viaje el Sahara se yergue en protagonista, aunque la mayor parte de los turistas no se preocupen en apreciarlo: es el caso del trayecto entre Asuán y Abú Simbel, sobre el que ya publiqué un artículo y en el que, para los que sepan apreciarlo, contemplar la inmensa desolación del desierto, su aparente y demoledor vacío, resulta un auténtico placer.

Desiertos que están (o estuvieron) llenos

Aunque casi ninguno lo esté realmente, hay desiertos que traicionan a su denominación con una rica historia, épocas en las que estaban llenos de gente cuyos vestigios todavía podemos encontrar y que hace que nos preguntemos cómo podían vivir allí y, sobre todo, qué comían y bebían.

Es el caso de uno de los puntos más famosos del desierto de Judea, Masada, de la que también he escrito por aquí y que está en uno de los lugares más desolados y bellos que he conocido en mi vida. Un desierto que tiene además la ironía de tener un lago con abundante agua… pero que ésta esté más que salada: desde la propia Masada la vista alcanza a contemplar ese otro peculiar desierto acuático que es el Mar Muerto.

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¿Hay que viajar tan lejos para conocerlos? No, desde luego, en España tenemos zonas como Los Monegros (al menos hasta que construyan allí Las Vegas baturras, si es que al final lo hacen), la hollywoodiense Almería y una zona que no sé si es propiamente un desierto pero cuyo paisaje, con esa desolación oscura y bella, transmite sensaciones muy similares: Timanfaya y su rocosa soledad, un lugar absolutamente mágico, minúsculo comparado con el Sahara, pero que se nos presenta con la misma grandiosidad, con esa inmensidad que quizá sólo los desiertos pueden hacernos sentir.

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FOTOS
Vean mis fotografías de Timanfaya en Flickr.
Y también las de Masada.

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