Una pareja de amigos están pasando una semana de vacaciones en Lanzarote (casualmente, en el mismo hotel que nosotros) y, aunque en principio su plan es sobre todo relajarse y descansar, el otro día me pedían consejo sobre qué lugares de la isla visitar.
- Si sólo vais a un sitio - les dije sin pensármelo un segundo - que sea a Timanfaya.
Casi toda la isla de Lanzarote es hermosa, y las partes que no resultan interesantes, pero sin duda Timanfaya es algo especial, es un lugar único y tan excepcional y hermoso que sólo por él valdría la pena un viaje desde la península.
Como muchos de ustedes sabrán, Timanfaya es el resultado de una serie de violentísimas erupciones volcánicas que arrasaron buena parte (aproximadamente un tercio) de Lanzarote hace casi 300 años. Concretamente, la actividad volcánica empezó el 1 de septiembre de 1730, y se prologó casi ininterrumpidamente durante la friolera de seis años. Aquellas erupciones (y las posteriores en 1824) cambiaron para siempre el paisaje de la isla y, aunque entonces significaron la ruina, el hambre y la necesidad de emigrar para muchos conejeros, pues la lava arrasó la parte más fértil de la isla, hoy suponen, paradojas de la vida, un tesoro turístico impagable.
La necesidad de conservar ese tesoro hace que la excursión al Parque Nacional sea algo peculiar: tras un primer trayecto que debe hacerse en coche todos los visitantes suben a un autobús con el que se hace un circuito de algo más de media hora por uno de los caminos del parque. Está terminantemente prohibido bajarse del autocar (algo que, además, el conductor no permitiría) y todo lo más a lo que se puede aspirar es a que el conductor se detenga unos instantes para que podamos hacer una fotografía con la cámara pegada al cristal para tratar de eliminar los reflejos.
A pesar de ese formato tan encorsetado la visita es sobrecogedora y, además, yo tuve la fortuna de obtener un permiso especial que me permitió visitar el parque con la compañía de un guía y con la posibilidad de bajar del coche cuando lo desease. Así, madrugando bastante para adelantarnos a los autobuses de los turistas y tratando de tener una luz adecuada para las fotos (cosa no del todo lograda "gracias" a la famosa calima) recorrí parte de Timanfaya con la lentitud y la tranquilidad que merece, rodeado por un silencio espectacular y sintiendo lo excepcional del momento que tenía la suerte de vivir.
Caminando sólo por Timanfaya uno tiene la sensación de estar en otro planeta, de encontrarse en un lugar en el que uno mismo y cualquier otra presencia humana es un mero accidente transitorio. La desolación te rodea y es una desolación dura, oscura, agresiva; las formas y los colores de la lava, omnipresente, parecen asaltarte y no te sientes abandonado en la inmensidad como en un desierto, sino rodeado por una inmensidad que está en contra tuya. Y como en el desierto ocurre con la arena, parece que nada podrá nunca enfrentarse al dominio de la lava.
Otra particularidad de Timanfaya es que, pese a que hace menos de 300 años que ese paisaje se ha creado, inmersos en él tenemos la sensación de enfrentarnos a algo de hace milenios, supongo que porque consciente o inconscientemente relacionamos la lava y lo volcánico con algo primitivo, primigenio. O quizá sea por que un paisaje así nos conecta con lo más profundo de nuestro planeta, o por que nos hace sentir la fragilidad de todo lo que nos parece seguro y que una noche, como contaba Andrés Lorenzo Curbelo, el cura de Yaiza, puede ser tragado, literalmente, por la Tierra:
El 1º de Septiembre (de 1730) entre las nueve y diez de la noche la tierra se abrió de pronto cerca de Timanfaya a dos leguas de Yaiza. En la primera noche una enorme montaña se elevó del seno de la tierra y del ápice se escapaban llamas que continuaron ardiendo durante diez y nueve días. Pocos días después un nuevo abismo se formó y un torrente de lava se precipitó sobre Timanfaya, sobre Rodeo y sobre una parte de Mancha Blanca. La lava se extendió sobre los lugares hacia el Norte, al principio con tanta rapidez como el agua, pero bien pronto su velocidad se aminoró y no corría más que como la miel. Pero el 7 de septiembre una roca considerable se levantó del seno de la tierra con un ruido parecido al del trueno, y por su presión forzó la lava, que desde el principio se dirigía hacia el Norte a cambiar de camino y dirigirse hacia el NW y WNW. La masa de lava llegó y destruyó en un instante los lugares de Maretas y de Santa Catalina, situados en el Valle. El 11 de Septiembre la erupción se renovó con más fuerza, y la lava comenzó a correr. De Santa Catalina se precipitó sobre Mazo, incendió y cubrió toda esta aldea y siguió su camino hasta el mar, corriendo seis días seguidos con un ruido espantoso y formando verdaderas cataratas. Una gran cantidad de peces muertos sobrenadaban en la superficie del mar, viniendo a morir a la orilla. Bien pronto todo se calmó, y la erupción pareció haber cesado completamente.
Y toda esta belleza es el fruto de aquel infierno y aquella desolación; y todo aquel infierno es ahora un paraíso para nuestra atónita mirada.
6.8.08
Timanfaya (I): cuando el infierno es un paraíso para los ojos
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3 comentarios:
Timanfaya es impresionante. Te transporta y sobrecoge, porque te hace sentir muy frágil al contemplar esa magnífica obra de la naturaleza. Eres una pequeña pieza de la cadena, la más pequeña y vulnerable, y la naturaleza sabe imponer su fuerza y voluntad. Pero también hay una conexión con las profundidades de la tierra, y no puedes hacer otra cosa más que mirarlo todo con la boca abierta y el alma, deslumbrada.
Ya te lo comenté cuando me las enseñaste, pero tus fotos (privilegiadas) son impresionantes. A ver si publicas alguna más, porque las había muy bonitas.
Un post muy bueno, me ha encantado.
Qué ganitas de volver...
Maravillosa Lanzarote,impresionante Timanfaya. Creo que todo ser humano debiera ir, al menos una vez en la vida, pues te hace recapacitar, pensar, estremecerte. Realmente me ha impactado esta isla, y me he enamorado de ella.
Que bonitas fotos del Timanfaya, pero no olvideis visitar todos los atractivos de Yaiza, un pueblo precioso que recibe gran cantidad de turistas. Yo cuando fui me informe en Turismo de Yaiza. Saludos
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