27.4.08

Viajar con niños, una experiencia diferente (y maravillosa)

Acabamos de disfrutar de las primeras vacaciones en las que nos acompaña nuestra pequeña Laura, que tiene algo menos de 18 meses. Obviamente, no es que desde su nacimiento no hayamos tenido vacaciones (aunque de eso les podría contar…) sino que es el primer viaje con avión, hotel y demás aderezos turísticos habituales que hacemos con ella.

El destino elegido ha sido Lanzarote por la combinación de varias posibilidades que nos ofrece pero, sobre todo, por el buen tiempo que siempre prometen las Islas Canarias. Y hay que decir que las expectativas al respecto no se han visto defraudadas: el sol y un clima casi veraniego ha sido la tónica únicamente empañado por los dos últimos días de calima y con demasiado calor para nuestro gusto.

Como les digo es la primera vez que viajamos con Laura y quiero contarles algunos detalles curiosos que me llaman la atención; otro día (Dios mediante) haremos una guía práctica con algunas recomendaciones que la experiencia nos haya descubierto (básicamente para que, si se ven en las mismas, no paguen ustedes los errores de novato que nosotros hemos pagando), pero hoy vamos por detalles curiosos y divertidos y dejemos lo útil para más adelante.

Lo primero que me ha llamado la atención es que viajando con una niña pequeña todo el mundo es infinitamente más simpático contigo. El contraste puede deberse a que mi hija es la cosa más bonita y encantadora del mundo (:-); a que sin ella la expresión con la que me movía por ahí era la del último clasificado en el torneo “miss simpatía” del gremio de enterradores; a que los críos tocan la fibra más tierna de camareros, recepcionistas, asistentes de vuelo y personal del sector turístico diverso (y del resto de los turistas); o a una combinación de los tres factores anteriores.

Sea por lo que sea, nunca me he sentido tan bien atendido.

Lo segundo (y aquí los padres experimentados dirán “¡pardillo, pardillo!”) es que cualquier “operación” requiere una planificación y una logística que ríanse ustedes del Desembarco de Normandía: el carrito, la bolsa con los pañales, ropa por si vomita, ropa por si se va por la patilla, toallitas, medicinas variadas… todo para bajar a la piscina, por poner un ejemplo.

En parte como consecuencia de lo anterior y en parte por la propia naturaleza de las cosas infantiles, las “operaciones” toman mucho más tiempo del que deberían y del que estamos acostumbrados, así que cualquier cosa parecida a una planificación se irá al garete con enorme facilidad. Esto llega a un punto casi grotesco con las comidas: un poco más y nos instalan la habitación directamente dentro del buffet…

Por otro lado, pero también relacionado con el tiempo, los niños y en especial los más pequeños tenderán sin la menor maldad a hacer todo aquello que pueda ayudar a complicar, dificultar y retrasar nuestro viaje o, al menos, a hacerlo más incómodo: defecarán allí donde resulte más jodido cambiarles, tocarán ese botón rojo, vomitarán a la mínima oportunidad, llorarán en lo mejor del discurso… En esta tarea de fastidio son tan sistemáticos y perfeccionistas que empiezo a pensar que se trata de algún mecanismo genético para que les queramos menos (para el que lo dude: no funciona, les seguimos queriendo igual).

Y ya para terminar, la parte ñoña: viajar con tu hijo hace que el viaje sea una experiencia completamente nueva y diferente, de alguna forma nos reflejamos en su asombro y vamos descubriendo cada cosa como la descubren ellos: el mar, el avión, al ascensor con paredes de cristal… y encima con la conciencia clara de lo único que es ese momento y de cómo lo recordaremos en el futuro. Viajar con un pequeñín es, en suma, mezclar en un cóctel aparentemente imposible el placer de disfrutar algo por primera vez con los conocimientos y la experiencia que nos permiten paladearlo.

Como despedida y para poner un punto informativo le dejo este link con el último boletín de noticias de las páginas oficiales sobre turismo de Suecia, en el que se centran en las posibilidades que ofrece el país báltico para el turismo familiar y, sobre todo, con niños.

PD.: Por cierto, a partir de ahora y durante una temporada les iré contando muchas cosas de este viaje, algunas bastante interesantes (espero).

6 comentarios:

Luis I. Gómez dijo...

"... es que cualquier “operación” requiere una planificación y una logística que ríanse ustedes del Desembarco de Normandía: el carrito, la bolsa con los pañales, ropa por si vomita, ropa por si se va por la patilla, toallitas, medicinas variadas… todo para bajar a la piscina, por poner un ejemplo."

Me encanta! :D Ya me podías haber preguntado a mí, "experto" como soy -tras dos criaturas- en logística infantil.

Anónimo dijo...

Pues nada Carmelo, que lo disfrutes. Mi conclusión es que al final sólo recuerdas los momentos buenos porque si no, no sé como repetimos ;-) Je el verano pasado estuvimos en Pontevedra, con los 3, el mayor, entonoces, de cuatro años. El mejor momento la playa y eso que dos pares de ojos no dan para tres y menos con las playas inmensas que se ven por allí ... ah! esas comidas y cenas en el restaurante del hotel y esas excursiones a El Grove, diluviando. Lo dicho, este año repetimos.
Un abrazo,
Antonio

Coase dijo...

Yo fui con mi niña de tres meses a Tenerife. Efectivamente las operaciones requieren de una logística descomunal. Eso hace que se tarde un montón de tiempo en cualquier cosa. Por eso las vacaciones de una semana nos parecieron escasísimas, con crios hay que ir más tiempo.

Anónimo dijo...

hola carmelo. Cuanta razón tienes !! Yo viajé con mi peque de 3 meses a Venecia y coincido en todos los puntos. Muy buen artículo. Saludos. Esther

Lapija dijo...

Hola, te he descubierto recientemente y me ha echo mcucha gracia lo de la logistica, pero claro es que sin niños todo se ve distinto. Dentro una semana viajare con una niña de 5 añitos y me estoy temiendo lo peor, jejeje.

Saludos

Melisa dijo...

Sigo a la espera de esa segunda parte ;)